De "Diario de Paris"

Por la tarde me siento a dormir en un parque de la ciudad sin rostro. Tú llegas, el resorte de la noche verde salta de las palabras “estoy durmiendo”, se nubla la espiral de tu espalda y sin decaer en el subsuelo amanezco tatuado en la banca. Saint-Germain-des-Prés.

Recuerdo cόmo el ovillo del puerto, las olas y el pontόn, jalonaban la neblina en una curva infinita de matemática pesadilla. Sorteaba las tribus hostiles, las pirámides de mis abuelos y llegaba con mi sangre a tu casa derruida por los médanos que se trasladan como nombres fantasmas. Entendía siempre algunos lenguajes.

Por la tarde pinto en los muros de Belleville el mapa de Lima y bebo una cerveza dorada como la telepatía. Yo diría que soy esquizofrénico y que algunas facultades de la memoria son principalmente de cemento. Yo digo de bronce. Yo digo alquimia.

Para esperar que el bar cierre en tus manos -como unos párpados-, la batalla en el desierto debería comenzar como ese baile que me describiste levitando. Por el horario de los pájaros de esta ciudad cierto será que te convertirás en estatua de cristal que fotografía el fuego. Tecnología del sueño y un fόsforo.

Ártico de tus palabras, adriático de tu piel, mar del norte de la invasiόn, pacífico de escuchar la playa como un vinilo sincero y hondo de fuego negro artesano.

Por la madrugada salto una valla de la terraza que la guerra ha terminado. Salto una valla de las palabras que la guerra ha terminado. Paris en una yedra de lámparas piensa en mi bicicleta negra.

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