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Affichage des articles du mai 24, 2007

Escrito a la muerte del poeta

Arrastrar toda la vida un zapato incandescente No temo decir que alguna vez me enamoré de Dogaresa. Eso que ocurre de vez en cuando no nos elige desde el libro, ni tampoco desde la máquina transparente que lleva en la cabeza su autor, llega justo desde Dogaresa. Acudo, cada vez que me siento en habitaciones extrañadas, a la habitación en roma. Cuál sería mi sensación la noche que descendí del tren en Roma. Sólo unos minutos después, mientras iba por las calles y escuchaba de lejos la conversación de Arianna y su prima, descubrí en mi cabeza una cavidad, un habitáculo de nostalgia por una ciudad que recién conocía. Más tarde, solo media hora después, en Trastévere, sentía que Roma era una habitación monumental. Una habitación que te acaricia la piel con piedra y noche. Cruzar el tévere, saludas la estatua de un poeta que compara a los hombres y los animales, estos últimos saltan dignamente sobre ti. Entras a trastévere y es más evidente que el balanceo de la ciudad te hace sentir en un