Del "Libro de las Partículas" (3)

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Spleen de Milán

Ahora escribiré como si fuera un animal
oliendo un arroyo
Como si en su rostro anotara “acá es el lugar para que se refleje la luna”
Nada me diría
A esa hora de la noche
Que los reflejos son el cálculo secreto que hace la mirada por no convertirse en otra cosa
Nadie me dice nada en la noche
Pero la luna aparece como esta gran pupila entre los árboles
Dejo que te duermas en sus manos que toman al bosque por sorpresa
Solo el rumor de la ciudad
cuando ya estoy dormido
Me hace recordar que el tiempo es una rueda de cristal que se rompe
en la piel oscura del arroyo
¿Quién se refleja entonces?
Anoto con cuidado sobre el agua “este es el lugar y el momento para la noche”
Y lo que brilla entre tus senos me empuja al hueco sangrante de un castillo
Al corazón de vitrales antiguos
Un castillo en medio del bosque con los ojos heridos
Una lámpara cerca de tus cabellos con el recuerdo del fuego
Un castillo por el que perdemos el sueño
Y sobre el que los pájaros de la galaxia han dejado su caliente excremento
Bajo el que huesos rutilantes dejan escapar el intenso aroma de la muerte
Del sueño crucial del condenado
Escapar por el hueco
Dejar salir estos huesos negros que se incendian cuando los pienso
Dejar pasar por las ventanas estas venas que transmiten la sangre al aire
al bosque
a las mariposas cuyas alas se desunen en la Luna para
dejar sobre el arroyo la lenta hegemonía del azul nocturno
Surte efecto el que te vayas por la noche de milán en una bicicleta dorada
Que yo me arrodille triste sobre el arroyo inexistente
Y que la Luna llena sobre Italia parpadee antes de volver a vernos.

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